martes, 7 de febrero de 2017

De Roldán a San Jerónimo

Febrero. El día había amanecido con un temperatura acorde para llevar a cabo actividad física. Fue ahí donde tomé mi Tern D16 y decidí tomar riendas hacía San Jerónimo, a unos 16 kilómetros de mí ciudad (Roldán). 
Lleno caramañola, tomo el celular, unos pesos (por si a caso), casco y salí rodando. 
En los primeros kilómetros me di cuenta de que el viento estaba un poco en contra. Eso me puso contento. No hay mejor felicidad para un ciclista que volver con viento a favor. 


Comienzo a salir del barrio y ya en ese momento me digo, y me lo aseguro, de que iba a ser una gran rodada. 
Paso por el centro del pueblo y comienzo a tomar la ruta 9 hacía el oeste. 
La Ruta 9 es la vieja ruta donde comunicaba la ciudad de Rosario con la de Cordoba. Hoy por hoy, la mayoría de los vehículos, van por la autopista. Sin embargo, muchos camiones toman está ruta porque es la que comunica a los pueblos. Por eso, debía pedalear con cuidado. 
La mayoría de los cicloturistas que viajan a Córdoba, van por esta ruta. Esto quiere decir que los camiones, son habitué de los ciclistas. 
Desde que tomo la ruta hasta San Jerónimo, me quedan unos 10 kilómetros pedaleando bajo un cálido sol y un viento entre cruzado y en contra esquivando algunos pozos y teniendo cuidado de los camiones. 
Recorro el trayecto de ruta y llego a mi destino. Contento por haber llegado. Busco alguna estación de servicio para comprar agua, pero la única estación  qué hay en el pueblo, no tiene Market y por la hora (15hs) está todo cerrado. En un pueblo y en febrero, está hora, es hora de la siesta. 
Tomo fotos de un centro de rehabilitación, la cual me llamó la atención que exista semejante instituto en un pueblo tan pequeño, me tomé unos minutos y comencé el regreso. 

Ahora me tocaban los 10 kilómetros de ruta y los 6 hasta llegar hasta mi casa, todo con viento a favor. Nuevamente, mi sonrisa, se dibujó en mi cara. 
Ruedo y en pocos minutos, ya había llegado al centro de Roldán. Desde ahí, ya me quedaban pocos kilómetros hasta llegar a mi casa. 
Al llegar, feliz de haber cumplido con mi recorrido de un poco más de 32 kilómetros, me senté en el parque de mi casa, a contemplar el atardecer y disfrutando del recuerdo de haber cumplido con un nuevo desafío. 


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